divendres, 6 de març del 2009

INTRODUCCIÓN * 7 de marzo de 2009

number 3 canoe 9
"de todos los lugares posibles para volver,
la infancia es el más difícil.
Es un país que al salir, ya no se sabe muy bien dónde queda.
La infancia es una estrategia de los grandes para tener un pasado que los justifique,
un plan para fabricar recuerdos que puedan acompañarlos..."
Fabián Polosecki en El otro lado, 1994
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Hoy intentaremos viajar atrás en el tiempo, deteniéndonos en el cada vez más escaso imaginario infantil de los niños y niñas del siglo XXI. Seguramente notaremos cuánto hay en común en nuestras respectivas infancias...
Esto es, punto.es
joel nakuro

divendres, 27 de febrer del 2009

1) que viene el coco. actualidad en la red


Los cocos no dejan de ser una parte de nuestro folclore digna de ser recogida. Pensemos que para los niños era un mundo mitológico real, y sus componentes eran frecuentemente análogos a los del mundo mitológico de sus padres. Martín Sánchez estudia el simbolismo de tres de los asustaniños más populares en la península, y concluye lo siguiente: el Coco representaría el miedo a lo desconocido; el Hombre del Saco, el miedo a ser separado de lo que se ama, del entorno cotidiano; y el Sacamantecas, el miedo a la muerte, especialmente la violenta.Se puede utilizar y se ha utilizado de todo para meter miedo a los niños. Ya fuese de una forma más o menos esporádica o bien con una cierta estabilidad temporal; de forma más localizada o más extendida.
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Y ya no lloro pensando que si no me como todas las lentejas se las va a comer el lobo, porque las lentejas ahora me gustan y, además, si me descuido un poco, mi cuñado se come las suyas y las mías, porque dice que el dedicarse a la búsqueda infructuosa de un trabajo a su gusto le produce un hambre feroz.

El famoso Coco, que por cierto nunca supe que aspecto tenía y que según parece estaba dispuesto a venir en cuanto fuese desobediente, resulta que no existe, aunque tenga el mismo nombre que el desagradable perrito de mi suegra, al que debo pasear tres veces al día si quiero tener callados al perro y a la suegra.

Y el temible hombre del saco ya no me importa, porque ahora no derrocho mis ahorros comprándome caprichos sin ton ni son. Entre mi mujer, su madre y el Inspector de Hacienda administran todo mi dinero para que no lo malgaste.

Tampoco me importa que si digo alguna mentira me crezca la nariz como a Pinocho,porque aunque mi nariz creciera un poco más no se notaría y además, en mi profesión es obligado disfrazar y exagerar un poco la verdad, si se quiere tener algún éxito en las ventas.

En aquellos años también había fantasmas arrastrando cadenas con algún cometido siniestro que no me acuerdo y que ahora me vienen a la cabeza cuando me cruzo con mi hijo por el pasillo de casa cuando yo me levanto para ir a trabajar y él vuelve de juerga.

Afortunadamente me he hecho mayor y ya no tengo miedos, pero, a veces y sobre todo cuando veo a mi mujer con las rodajas de pepino en los ojos, echo mucho de menos a la Bruja Piruja, el Señor Lobo, El Coco, el Hombre del Saco, a Pinocho y a los inofensivos y elegantes fantasmas.

PD: A mi hermana y a mí siempre nos mandaban a la cama y en silencio. Si no obedecíamos nos decían que vendría el hombre del saco. Una noche, mientras charlabamos en la cama con la luz apagada, llamaron a la puerta. Abrió mi madre y yo salí de la cama a ver quien era. ¡Menudo susto me llevé! Mirando detrás de la puerta ví un señor muy grande y me marche corriendo a meterme bajo las sábanas. Al día siguiente, supe que era el sereno.
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(esta nana dice, o decía, algo así como... "duérmete niño, duérmete ya, que viene el coco, y te comerá...")

a) que viene el coco, subjuntivo

completemos las frases con subjuntivo
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1- ¡Han pasado cinco años y parece _ _ _ (ser) ayer!
2- ¿Recuerdas lo que te _ _ _ (decir, yo) ayer?
3- No tengo tiempo para _ _ _ (ir, yo) yendo y viniendo continuamente.
4- Estas tijeras no cortan. Necesitamos unas que _ _ _ (cortar).
5- Coge todas las patatas que _ _ _ (querer, tú). Hay muchas.
6- No pueden ganar las elecciones otra vez a no ser que _ _ _ (haber) una catástrofe.
7- Por favor, _ _ _ (tener, ustedes) cuidado al bajar el escalón.
8- Yo seguiría trabajando aunque me _ _ _ (tocar) la lotería.
9- Es muy importante que no _ _ _ (hacer, nosotros) ni un solo ruido.
10- ¿Qué quieres que _ _ _ (hacer, yo)?
11- ¿Te han dicho que el viernes _ _ _ (ser) fiesta?
12- Pídele a Juan que te _ _ _ (dar, él) una lista de precios.
13- Le dije que _ _ _ (tener, ella) cuidado pero no me hizo caso.
14- _ _ _ (decir, vosotros) lo que _ _ _ (ídem), a mí me parece una buena idea estudiar física.
15- Espero _ _ _ (poder, yo) ir a verte muy pronto.
16- La puerta estaba abierta. Era posible que _ _ _ (haber) alguien dentro.
17- Es difícil hacer pizza sin que _ _ _ (quemarse).
18- Acuérdate de llamarme en cuanto _ _ _ (saber, tú) si has aprobado el examen.
19- ¿Te molesta si _ _ _ (dejar, yo) aquí esta bolsa?
20- Te presto mi coche a condición de que me _ _ _ (invitar, tú) a cenar.
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1- Me pone nervioso que me _ _ _ (mirar, ellos) cuando estoy trabajando.
2- Me puso de muy buen humor que me _ _ _ (regalar, ella) 200 euros.
3- No me importa que José no _ _ _ (venir) a mi fiesta el otro día, pero me molestó que no _ _ _ (llamarme).
4- Me da mucha rabia que _ _ _ (haber) tanta gente que ensucia las calles.
5- Me alegro de que _ _ _ (divertirse, tú) estas vacaciones. Yo también lo he pasado muy bien.
6- Ana no sale nunca de noche porque le da mucho miedo que le _ _ _ (robar, ellos).
7- Lo que no soporto de esta ciudad es que no _ _ _ (vender, ellos) helados en invierno.
8- No me sorprende que Carmen _ _ _ (dejar) el trabajo. No tenía nunca ni un minuto libre.
9- Siento _ _ _ (suspender, tú) el examen).
10- A mi gato le encanta que le _ _ _ (dar, ellos) pan con pasta de hígado.
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corrijamos, si es preciso, las frases siguientes
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1- Odio que los bares tengan la música tan alta.
2- He venido para hablar contigo.
3- No tengo dinero pero aunque tenga no te lo prestaría.
4- Me encantaría que vinieras a mi fiesta.
5- Yo no veo que la camisa está manchada.
6- Por favor, no dejas ahí la chaqueta.
7- Diga lo que diga nunca estás de acuerdo conmigo.
8- es mejor limpiar la casa después de que se vaya todo el mundo.
9- Es posible que lo que tú dices es cierto.
10- Mi padre me ha pedido que le ayude a comprar un regalo para mi madre.
11- ¿Qué te pasa? Tienes una cara como si no has dormido en toda la noche.
12- No podemos terminar el trabajo a no ser que nos quedemos toda la noche trabajando.
13- ¿Por qué no vamos a un sitio que tenga playa?
14- Me parece fatal que la gente da comida a los animales del zoo.
15- No te vayas sin que te dé tu regalo.
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construyamos frases, en subjuntivo. en el caso de...
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1- ¿En qué situación, te vestirías todo/a de rojo?
2- ¿En qué situación conducirías por el lado contrario de la calzada?
3- ¿En qué situación te quitarías toda la ropa en público?
4- ¿En qué situación escribirías una carta muy larga?
5- ¿En qué situación comerías muchísimo?
6- ¿En qué situación te sentirías la persona más feliz del mundo?
7- ¿En qué situación darías un beso a tu jefe/a?
8- ¿En qué situación buscarías un hotel?
9- ¿En qué situación estarías leyendo doce horas seguidas?
10- ¿En qué situación escribirías un libro?
11- ¿En qué situación te enfadarías mucho?
12- ¿En qué situación verías una película para niños?
13- ¿En qué situación envidiarías a alguien?
14- ¿En qué situación matarías a un animal con tus propias manos?
15- ¿En qué situación dejarías tu trabajo/estudios?
16- ¿En qué situación gritarías a tu jefe/a?
17- ¿En qué situación gastarías todo tu dinero?
18- ¿En qué situación te cortarías el pelo al cero?
19- ¿En qué situación no podrías hacer nada?
20- ¿En qué situación saldrías ahora mismo de tu país?

2) pedro botero. actualidad en la red

las calderas de pedro botero
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En los años sesenta, cuando fui niño, yo me declaraba católico y, como tal, obraba. Solía confesarme todas las semanas para poder comulgar libre de culpa, limpio de corazón, sin ese fardo insoportable que era el pecado. En los años sesenta, cuando fui niño, yo iba a la catequesis que nos preparaba para tomar la primera comunión, a esa instrucción religiosa que nos daban en la parroquia para aprender las verdades básicas del cristianismo, esas verdades reveladas, algunas muy oscuras y confusas para la mentalidad de un muchachito. Fue entonces cuando descubrí el cielo y el infierno, el pago o la recompensa por la rectitud y la bondad, y el castigo o la pena por la depravación y la honradez. Cada semana, al confesarte, experimentabas un gran alivio porque si te sobrevenía la muerte, así, repentinamente, te sorprendería en las mejores condiciones pudiendo de ese modo ir al paraíso, pudiendo sentarte a la diestra de Dios Padre. Si, por el contrario, estabas manchado de pecado, te exponías a lo peor: te exponías a que un fallecimiento imprevisto, inesperado, te mandara directamente al infierno.
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Allí estaba Satanás, pero sobre todo estaban las calderas de Pedro Gotero o Botero, según. Aquel recinto lo imaginábamos tórrido, con una temperatura abrasadora, bochornosa, pero bochornosa en un doble sentido: por el calor ardiente de las llamas que hacían hervir las calderas, pero bochornosa también por el sofoco, por la vergüenza de estar allí, de ser un niño impenitente rodeado no sólo de pecadores veniales, sino también de afamados criminales y villanos sin corazón. Así era el infierno con el que conjeturábamos, con el que soñábamos en nuestras pesadillas particulares. Nos angustiaban las recaídas, la imposibilidad de mantenernos básicamente en gracia, sin mácula ni yerro. Sabíamos que las faltas que cometíamos nos acercaban cada vez más a esa eternidad candente, pues aunque la confesión y el propósito de enmienda te podían librar de dicha condena, lo cierto es que la reiteración semanal de unos pecados en los que incurríamos no auguraba nada bueno, no.
*
El cielo era otra cosa, sí: la bienaventuranza, la placidez, la conciencia tranquila y una vecindad acogedora, la de Dios. Y, sin embargo, era tan inalcanzable... Los niños de entonces sabíamos que lo que se nos pedía era mucho por grande que fuera lo que se nos prometía. Tanto fue así que poco a poco, y sin aspavientos, uno dejaba de creer y se sentía liberado y firme. Pese a lo que tantas veces se ha dicho citando a Chesterton (al escritor católico, claro), cuando se deja de creer en Dios no necesariamente acaba uno creyendo en todo o en cualquier cosa. Algunos, simplemente, nos proponíamos obrar lo mejor posible sin incrementar el mal, sin agravar el estado del mundo. Es por eso por lo que yo no sustituí una creencia fallida o perdida por una nueva fe, por una religión política, por ejemplo. Sencillamente, uno tanteaba ese mundo que nos acogía y nos amenazaba e intentaba sobrevivir con algo de coraje y bravura, nada más. O nada menos. Yo no llegué a hacer apostasía, renuncia explícita, pero jamás me maquillé llamándome agnóstico: yo me declaraba ateo, y así sigo: bautizado, pero no creyente ni ejerciente.
*
[Julio Serna, en http://www.elpais.com/, 10-12-2005]

tengo miedo. pablo neruda

tengo miedo
(recitan, Aterciopelados)
*
Tengo miedo. La tarde es gris y la tristeza
del cielo se abre como una boca de muerto.
Tiene mi corazón un llanto de princesa
olvidada en el fondo de un palacio desierto.
Tengo miedo -Y me siento tan cansado y pequeño
que reflojo la tarde sin meditar en ella.
(En mi cabeza enferma no ha de caber un sueño
así como en el cielo no ha cabido una estrella.)
Sin embargo en mis ojos una pregunta existe
y hay un grito en mi boca que mi boca no grita.
¡No hay oído en la tierra que oiga mi queja triste
abandonada en medio de la tierra infinita!
Se muere el universo de una calma agonía
sin la fiesta del Sol o el crepúsculo verde.
Agoniza Saturno como una pena mía,
la Tierra es una fruta negra que el cielo muerde.
Y por la vastedad del vacío van ciegas
las nubes de la tarde, como barcas perdidas
que escondieran estrellas rotas en sus bodegas.
Y la muerte del mundo cae sobre mi vida.
*
(Pablo Neruda. 1904-1973)


3) el ratoncito pérez. actualidad en la red

el ratoncito pérez
*
A los peques de la casa la caída de los primeros dientes les hace muchísima ilusión. Es que muchísimas familias aún conservan la tradición que le dice al niño que ponga el diente debajo de la almohada cuando se vaya a dormir. Mientras el niño duerme, el Ratoncito Pérez se llevará el diente y en su lugar dejará un regalo. En realidad, esa tradición existe para calmar el posible dolor y el trauma que puede suponer la caída de un diente para algún niño. No sabemos qué sentido tiene el hecho de que un ratón se lleve los dientes de los niños. Sería fácil explicar a los niños que el ratón es coleccionista de dientes de niños, pero no sabemos cómo caería la explicación entre los mayores. Tampoco sabemos por qué se llama Pérez (tal vez sea una tradición sólo española). De todas formas el niño no se hace estas preguntas y menos aun si el ratoncito Pérez es generoso con él. Para la siguiente ocasión en que se le caiga otro diente el trauma será mucho menor, que es de lo se trata.
*
Pepito Pérez era un pequeño ratoncito de ciudad. Vivía con su familia en un agujerito de la pared de un edificio. El agujero no era muy grande pero era muy cómodo, y allí no les faltaba la comida. Vivían junto a una panadería, por las noches él y su padre iban a coger harina y todo lo que encontraban para comer. Un día Pepito escuchó un gran alboroto en el piso de arriba. Y como ratón curioso que era trepó y trepó por las cañerías hasta llegar a la primera planta. Allí vió un montón de aparatos, sillones, flores, cuadros..., parecía que alguien se iba a instalar allí. Al día siguiente Pepito volvió a subir a ver qué era todo aquello, y descubrió algo que le gustó muchísimo. En el piso de arriba habían puesto una clínica dental. A partir de entonces todos los días subía a mirar todo lo que hacía el doctor José Mª. Miraba y aprendía, volvía a mirar y apuntaba todo lo que podía en una pequeña libreta de cartón. Después practicaba con su familia lo que sabía.
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A su madre le limpió muy bien los dientes, a su hermanita le curó un dolor de muelas con un poquito de medicina... Y así fue como el ratoncito Pérez se fue haciendo famoso. Venían ratones de todas partes para que los curara. Ratones de campo con una bolsita llena de comida para él, ratones de ciudad con sombrero y bastón, ratones pequeños, grandes, gordos, flacos... Todos querían que el ratoncito Pérez les arreglara la boca. Pero entonces empezaron a venir ratones ancianos con un problema más grande. No tenían dientes y querían comer turrón, nueces, almendras, y todo lo que no podían comer desde que eran jóvenes. El ratoncito Pérez pensó y pensó cómo podía ayudar a estos ratones que confiaban en él. Y, como casi siempre que tenía una duda, subió a la clínica dental a mirar. Allí vió cómo el doctor José Mª le ponía unos dientes estupendos a un anciano. Esos dientes no eran de personas, los hacían en una gran fábrica para los dentistas. Pero esos dientes, eran enormes y no le servían a él para nada. Entonces, cuando ya se iba a ir a su casa sin encontrar la solución, apareció en la clínica un niño con su mamá. El niño quería que el doctor le quitara un diente de leche para que le saliera rápido el diente fuerte y grande. El doctor se lo quitó y se lo dió de recuerdo. El ratoncito Pérez encontró la solución: "Iré a la casa de ese niño y le compraré el diente", pensó. Lo siguió por toda la ciudad y cuando por fin llegó a la casa, se encontró con un enorme gato y no pudo entrar. El ratoncito Pérez se esperó a que todos se durmieran y entonces entró a la habitación del niño. El niño se había dormido mirando y mirando su diente, y lo había puesto debajo de su almohada. Al pobre ratoncito Pérez le costó mucho encontrar el diente, pero al fin lo encontró y le dejó al niño un bonito regalo. A la mañana siguiente el niño vió el regalo y se puso contentísimo y se lo contó a todos sus amigos del colegio. Y a partir de ese día, todos los niños dejan sus dientes de leche debajo de la almohada. Y el ratoncito Pérez los recoge y les deja a cambio un bonito regalo. Y colorín colorado este cuento se ha acabado.
*

b) usos verbales

El protagonista de esta historia es un joven estudiante de arte llamado Gregorio. Por las tardes, trabaja en prácticas en la tienda de un prestigioso anticuario de Madrid. Éste tiene una hija, Inés, que le ayuda también en ocasiones en la tienda. Una noche Gregorio tuvo un sueño inquietante, que recordó así al despertar: (escucharemos y prestaremos atención. Tras la lectura, haremos los ejercicios.

4) el hombre del saco. actualidad en la red

el hombre del saco
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Eran cerca de las nueve y papá vino a darme las buenas noches. Mamá era la que siempre me acostaba y él venía cuando iba a ponerse el pijama, con lo cual no era de extrañar verlo desabrochándose la camisa o los zapatos.
- Mañana, partido- Me dijo sonriente mientras me acariciaba la cabeza.- Sí...- Dije felizmente sin ocurrírseme nada que decir.- Bueno, te dejo que descanses. Acuérdate mañana de desayunar bien.- dijo acariciándose la pequeña calva que le estaba saliendo. Cada vez que mi padre me daba un consejo, se me quedaba grabado en la cabeza.
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Se despidió con un beso en la frente y cerró la puerta. Era extraño pero cada vez que la puerta estaba cerrada, sobre todo de noche, no parecía mi habitación. Era como si me encontrase de repente en un sitio aislado de toda la casa, lejos de todo el mundo. La lámpara de cera que me habían regalado por mi cumpleaños contribuía a ello, pues proyectaba extrañas sombras con movimiento dentro de una luz verdosa que empapaba todo el cuarto. En mi despertador de las Tortugas Ninja, el segundero sonaba con violencia aunque normalmente no me percataba de su existencia. A lo lejos oía la voz de mis padres y una suave melodía, aquella noche no parecían querer ver la tele.
Tumbado boca arriba en la cama, pegué un poco la barbilla a mi pecho y miré la ventana. Desde aquel sexto piso (y desde mi cama), lo único que veía era la luna suspendida en el aire, incompleta, sin fuerzas para dar luz. Giré la cabeza hacia la derecha y miré la puerta en la pared del pequeño trastero. Allí estaban mis juguetes y en noches como esa, en las que papá y mamá no veían la tele, se oían terribles gemidos y ruidos.
*
Deseé con todas mis fuerzas que aquella noche no oyera nada, pues empezaba a sentir pánico y aunque luego de día no recordaba nada, algo me hacía pensar que si esa noche volvía a tener pesadillas lo recordaría para siempre.
Pasó mucho tiempo sin que pasara nada. De vez en cuando oía alguna risa de mamá, como si papá le contara cosas graciosas y la música seguía sonando, aunque canciones distintas. El sudor frío se hizo presente en mi nuca y espalda cuando empezaron los ruidos. Eran ruidos extraños, como muelles oxidados y alguien dando pasos dentro del trastero. Ya no oía a papá ni a mamá. De repente empezaron aquellos gemidos y creí que la puerta del trastero se iba a abrir...
- ¡Papaaaaaaaaaaá!- Grité con todas mis fuerzas.
Los ruidos cesaron repentinamente, como si el sólo hecho de llamar a mi padre los aterrase. En unos instantes estaba en mi cuarto y con la luz ya encendida, me abrazaba y escuchaba mis explicaciones.
- Pero tranquilo, el hombre del saco no existe- dijo disimulando una sonrisa.- Sí, si que existe. ¡Yo lo oigo!- Le expliqué. No me gustaba que pensase que eran “cosas de niños”.
*
Entonces mi padre me guiñó el ojo y se me acercó al oído para susurrarme: “Bueno, pues si existe, yo lo cazaré”. Acto seguido se levantó y se dirigió hasta mi puerta. Luego salió y me miró.
- Bueno, hasta mañana. Recuerda que los monstruos no existen- dijo en voz alta. Luego volvió a entrar en mi cuarto sin hacer ruido y cerró la puerta. Se sentó en la esquina de la pared de la puerta y la del trastero y se llevó el índice a los labios, indicándome que guardara silencio. Todo parecía un juego para él.
La lámpara de cera volvió a hacer de las suyas. Esta vez ya no se oía la música y por supuesto tampoco hablaban papá y mamá. Todo era un escandaloso silencio, a excepción de mi despertador que no hacía más que acelerar mi pulso. Tic tac, tic tac, tic tac, tic tac...
La luna aparecía y desaparecía tras mis párpados y éstos parecían más pesados cada vez. Pero cuando estaba a punto de dormirme, los ruidos comenzaron una vez más y miré con los ojos como platos a mi padre.
Papá no me miró pero puso la cara que ponía cuando el mando de la tele no funciona. Se puso de pie y dio dos pasos, hasta quedar delante de la puerta del trastero. Los gemidos empezaron y mi padre, sin pensárselo dos veces, abrió la puerta del trastero. La luz de la lámpara de cera no parecía entrar en el trastero y la oscuridad era más recalcada en él. Al abrir la puerta, los ruidos se agigantaron un poco y yo comencé a estremecerme en la cama.
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- ¿Papá...?
Papá se giró y puso de nuevo el índice delante de su sonrisa, como si no quisiera que lo sorprendiesen porque estaba a punto de gastar una broma. Entonces algo brilló dentro del trastero y escuché un pequeño silbido. Un segundo después, la cabeza de mi padre, desprendida del cuerpo, chocaba contra la lámpara de cera, haciéndola añicos y todo se envolvió en oscuridad.
Fui incapaz de reaccionar, me quedé petrificado mirando la forma negra en el suelo que era la cabeza de mi padre. En la penumbra empecé a escuchar un goteo y pensé que era de sangre. Algo salió del armario y al andar hacía aquellos ruidos extraños que se oían en el trastero y resonaban con estrépito en mi cabeza. Avanzó hasta donde yo miraba, cogió la cabeza de mi padre y la metió en un saco que arrastraba y donde parecía llevar otras cabezas. Luego volvió al trastero haciendo los mismos ruidos y cerró la puerta tras de sí. En breves instantes mi madre entraría en mi cuarto para ver si todo iba bien y encendería la luz. No tenía ni idea de cómo explicarle lo que había sucedido.
*